jueves, 10 de febrero de 2011

Novena Etapa: Neuquén - Buenos Aires

Esa mañana habíamos despertado con algo de fiebre y cansancio, definitivamente nos pescamos una gripe después tanto vientito sur. Salimos de desayunar y nos tiramos en la plaza del centro cívico. Tirados, evaluamos si valía la pena hacer el circuito largo de parques nacionales, la principal contra es que el circuito requería 50km más de ripio, el Palio estaba sin rueda de auxilio y nosotros realmente cansados y hasta congestionados. Determinamos que no disfrutaríamos tanto del lugar, que era momento de volver a casa y tener un domingo de tranquilidad para volver el lunes a trabajar.

Para despedirnos del sur fuimos a una heladería artesanal, fuimos con la idea de un cucurucho pequeño, pero salimos pedimos ¼ para cada uno. Ya éramos sendos analistas de helados artesanales, reconocíamos las partes que componían el helado y si estaba excedido en frío. Llenísimos, nos arrastramos hasta el auto, llené el tanque y partimos con rumbo a la Ciudad de Neuquén, allí paseamos en sus calles principales donde el boulevard es pintoresco y ofrece bastante alternativa cultural (vimos puestos de artesanías, escenarios pequeños para bandas de rock locales, y otro escenario para tango) la ciudad no está hecha para el turismo, pero igual es vistosa, grande y ya no se asemeja a otras ciudades grandes del sur como Río Gallegos o Ushuaia. En Neuquén nos quedamos unas horas, para luego cargar combustible y continuar camino a Buenos Aires.

Eran las once de la noche y el cielo no nos ofrecía luna, asique la oscuridad era total en el camino. Rocío se durmió en mi regazo y yo mascaba un caramelo cuando un ruido me sacó del letargo. Fue el ruido y que el volante empezó a vibrar, se había reventado la cubierta delantera izquierda. En ese segundo desperté a Ro, quien de inmediato se acomodó con el cinturón de seguridad. Yo saqué los pies de los pedales, sabía que una rueda delantera puede provocar un vuelco. Con calma, pude detener el auto en la banquina, para luego decidir optar bajar el auto de la banquina y quedarme alejado de la ruta. La noche cerrada hacía que temiera si dejaba el auto apagado, y también si salía a caminar a pedir ayuda, por eso determiné que dejaría el auto con las luces encendidas y desde allí, hacer guiños de luces pidiendo ayuda a camioneros y autos que pasaran por el lugar. Así fueron unos 40 minutos, empezaba a dormirme, cuando un Fiat Uno decidió parar. Salgo del auto, voy corriendo hasta donde se había detenido ese taxi blanco. Le comento mi problema y le pido si me presta su rueda de auxilio. El hombre accede, y se ofrece a llevarme a una gomería que permanece abierta las 24hs. Es que el señor era un taxista de un pueblito a 6km de donde había quedado tirado con el Palio. Lo seguimos, llegamos a la gomería y le devolví su rueda, le agradecí con 20$ y compré un neumático usado (el único rodado 14 que tenían allí), por suerte la llanta no se dañó, armamos entonces la rueda y continuamos camino hasta Río Colorado, donde nos tomamos un merecido descanso. Dormí 3 o 4 horas, y volví al ruedo. Sólo paramos en la YPF de Benito Juárez, allí compramos chizitos, una coca, un jugo y un tostado mixto. Ya resumíamos el viaje, añorábamos Puerto Pirámide, Madryn, Ushuaia, añorábamos todo el camino de ida, queríamos volver a empezar el viaje. Sacamos cuentas y Rocío había sido la gran perjudicada, tendré que devolverle un dineral cuando termine de acomodar unas cuentas. Subimos al auto y continuamos viaje, llegamos el sábado en la tarde. El viaje se nos terminó.


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