viernes, 28 de enero de 2011

Octava Etapa: Esquel - El Bolsón - Bariloche

Nuestra estadía en Esquel fue breve, cara y linda. Es un pequeño pueblo enclavado en un valle. Las casas del valle y de la subida al cerro son preciosas, las casitas que ascienden al cerro pero del margen izquierdo, no son tan bonitas. Es que Esquel al margen de ser un lugar turístico, tiene un desarrollo comercial para si mismo y no explícitamente para el turismo. La oferta gastronómica no es abundante, pero se vive al ritmo de pueblo y no de turismo. Como el Perlita tenía el burro cansado le buscamos un taller y el chiste salió 280$, doy fe que el auto ahora enciende. La noche anterior la habíamos pasado allí, el menú fue extraño: Queso Fontina, galletitas express, sopa de arvejas y un vino Uxmal Malbec 2006 que tenía reservado para la ocasión. Dormimos muy pipones. Mientras esperábamos el palio nos dimos una caminata por el lugar y donde se acabó la última calle, nos sentamos y tomamos unos matecitos, sacamos fotos y fuimos a almorzar unas increíbles hamburguesas caseras con Muzza y Panceta en su lomo.

Ya con el auto en condiciones, volvimos al ruedo, pasamos por el Museo Leleque, en una estancia que pertenece a Benetton y tiene la friolera suma de 400 mil hectáreas. El museo sólo cierra los miércoles, asi que media vuelta y nos topamos con una mulita que hacía su vida y cuando nos vio intentaba chistosamente esconderse entre los matorrales de la estepa patagónica. Decidimos irnos, para que la pobrecita no ande tan asustada. Subimos a la ruta dejando atrás la estancia y luego de un ratito de conducción llegamos a Lago Puelo, es hermoso, pero para los correcaminos como nosotros, ya nos habíamos topado con otros lagos similares. Minutos después, el centro de El Bolsón, el día era excepcional y estaba toda la gente en la calle, nos tomamos unas cervecitas, yo una “El Bolsón Tipo Roja” y ella una “El Bolsón de Frambuesa”. La plaza principal tiene un pequeño pero lindo laguito artificial, ahí tomamos fotos y bebimos el néctar de los pueblos fuertes. Salimos a caminar cuando olor a marihuana empezó a inundar el lugar, El Bolsón tiene un alto índice de fumones, y no es que me moleste, pero me causa cierta incomodidad que se haga en lugares que tengan acceso a menores. Sin más, salimos a recorrer Sarmiento, que tiene un alto desarrollo comercial, tomamos helado en Saurus. Yo fiel a mi estrechez mental me pedí algo simple ¼ con Chocolate Saurus (riquísimo), Tiramisú y Flan Crocante. Mi compañera de viaje, con gustos más refinados, prefirió su cuartito con Mascarpone con Cassis, Boysemberry y Mosqueta. No lo sé, pero parece que le gustó mucho porque desde la heladería al auto ya no le quedaba un gramo. Ya se nos había pasado la tarde y empezaba a oscurecer, entonces revisé el foro del Palio para ver si Lejm recogía el guante por el tema del asado. (jajaja), pero no hubo caso, no se había conectado. Sin más remedio, nos fuimos a unas cascadas cercanas a El Bolsón y quiero destacar que no es una cascada real, es una pequeña represa. Ojo, los 5$ per cápita los valen, porque está anclada en un lugar hermoso. Ahí pasamos un rato hasta que la noche se hizo presente, el camino para retornar a la 40 se nos complicó mucho y no miento si les digo que tenía tanto miedo del sendero que hasta trabé la puerta esperando impedir el ingreso de algún duende o marciano. Les juro, que julepe que tenía en ese momento. Encima al lado me relataban historias de esas inexplicables. Qué alegría fue ver la ruta 40!. Ahí si, acelerar y tratar de llegar a Bariloche, digo tratar, porque una persona en un Palio se “chupó” atrás del mío y no me dejó manejar con la comodidad que requiere un camino sinuoso de montaña en la noche. En las curvas yo me alejaba un poco a sabiendas de los límites de nuestro fiel Perla Roja, en las rectas el muchacho se acercaba. Deberá entender en algún momento que acelerar no es lo mismo que manejar.

Llegamos en la noche a Bariloche, llego al Nahuel Huapi y estaciono el auto, dormirmos y el frío nos pegó bien de lleno. Al despertar me encuentro que estacioné en una vereda sobre la costanera. Jaja, menos mal que era temprano aún. Metí mano al estéreo, que andaba fallando a causa de la tierra que se comió en la 40, y luego buscamos una YPF donde desayunamos. Salimos a recorrer el centro urbano que es muy bonito y luego unas fotos en el centro cívico. Ya en el centro fuimos al Museo de la Patagonia, es realmente recomendable, se les hace un seguimiento minucioso a Perito Moreno, los Tehuelches, Mapuches y los indígenas de la Tierra del Fuego. Por último, la sala del Ejército Invasor, correspondiente a la Conquista del Desierto y luego si, los “Pioneros” de San Carlos de Bariloche. Muy recomendable el lugar. Y sólo 10$. En la tarde hicimos el “circuito chico”, destacándose nuestra trepada al cerrito Llao Llao, la caminata al Lago Escondido y un par de puntos panorámicos increíbles. Ah!, en la tarde salimos a buscar un hostel que nos preste ducha, sólo la buena parejita de Matanceros del Hostel Achalay nos permitieron la ducha. No quiero dejar de recomendarles el lugar, un increíble caserón, económico y bien atendido.

En la noche nos sacrificamos en “Las Pastas de Gabriel”, ella se pidió un suculento Sorrentino de calabaza, muzzarella y nuez, en salsa blanca. Y yo “lo más jodido” según las palabras de Gabriel… una casuela de Lasagna de carne, verduras, ricota, jamón y queso, la salsa era bolognesa… para que me resulte livianita. Jaja. Bueno, tomé un febrigrip y a desfallecer en el Palio. Despertamos a las 8, son las 10 y aún nos sentimos llenos. Es un gran lugar, el que esté en Bariloche, que se de una panzada allí.

Ahora tenemos la mañana libre, por la tarde vamos a una cascada, y ya luego enfilamos para Neuquén Capital, cosa de llegar el domingo a Buenos Aires.

Un abrazo doble, para todos.




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miércoles, 26 de enero de 2011

Séptima Etapa: La 40

En estos momentos estamos comiendo en Esquel, pero para llegar hasta aquí, el paso obligado es la mítica ruta 40. Quiero adelantarles, que el mote de mítica… está muy bien ganado. Salimos a las 8.30 de El Calafate el pasado lunes, subimos a la 40 y nos encontramos que hasta El Chaltén se encuentra con una cinta asfáltica impecable y perfectamente señalizada. Luego continúa en forma de ripio que hasta Tres Lagos fue un camino bastante llevadero incluso a ritmos de 80 o 90 km/h. en algunos momentos, las piedras grandes hacen que uno deba bajar abruptamente la velocidad y andar a 20km/h pero son tramos pequeños. Si uno va en auto, deberá tener siempre cuidado con la “huella”, porque por momentos crece mucho y entonces el centro del camino golpea contra el piso del auto. Si uno viene muy rápido, puede volcar o romper algo vital en el auto. Desde ya, es terminantemente obligatorio el uso del chapón cubrecarter.

Desde el Pueblito de Tres Lagos hasta Gobernador Grégores, el camino se complejiza con el asunto de serruchos en el ripio, y piedras que obligan a uno disminuir la velocidad. Un consejo sano es cargar combustible cada vez que sea posible, llevar agua y comida. Es una ruta que impone las reglas y trascenderlas es exponerse al rigor de la mítica 40. Por este consejo, es recomendable tomar el desvío de la ruta 29 hacia Gobernador Grégores, el ripio en ese tramo es muy bueno, y se pueden alcanzar los 110km/h. se suman unos 120 kilómetros de viaje debido a que llegar a Gregores insumen unos 70 kilómetros para ir, y algunos menos para retomar a la 40 que se hace por intermedio de la ruta 25 que también está en buen estado pese a ser ripio. No quiero dejar de destacar la belleza de Gobernador Grégores, es realmente impactante el paraje verde sumergido en un valle que se rodea de uno de los desiertos más secos del mundo. Un verdadero oasis, en la YPF llenamos el tanque, y subimos la 25. El tránsito de camiones es incesante, es que se está trabajando a toda máquina para asfaltar las mencionadas 29, 25 y la 40 hasta su límite con Chubut. No quiero ser un exagerado, pero es una obra faraónica. Realmente impresiona semejante obra civil, y calculo que en 2 años más, ese camino será totalmente distinto.

Al retomar la ruta 40 nos topamos con un asfalto impecable que nos mantuvo felices durante unos 70 kilómetros, luego, a soportar el ripio que ofrecía momentos angustiantes por su tétrico estado. Es todo un desafío, la tarde empezaba a caer y el frío calaba en los huesos si uno debía bajar a (digamos), orinar en la orilla de la ruta. El camino es tedioso, insoportable, sinuoso y en subida hasta las siete casitas que componen a Bajo Caracoles, allí lleno el tanque nuevamente y no pude encender al Perlita, un breve empujón junto a Rocío y el noble auto se puso en marcha. Continuando la 40 en ripio, nos debatimos si ir a La Cueva de las Manos, pero eran las 19 horas y su última visita guiada era en ese mismo momento. Tiro la moneda y el destino indicaba que viaje directo al poblado de Perito Moreno, pero disconforme con el azar arremeto hacia La Cueva, donde luego de unos kilómetros un cartel advertía que no se permitía acampar en el lugar, entonces ya no tenía sentido ir a dormir para que al día siguiente (9.00hs) aprovechar la primer visita. Sin más alternativas, tomamos un desvío que nos deposita nuevamente en la ruta 40, que pena sentí en ese momento. Que ganas de ver ese lugar.

La ruta 40 siguió en un incesante ripio que era insoportable, el Palio debió haber sufrido un montón, y nosotros con él, a cada golpe que se sentíamos en el piso o cuando la huella se hacía muy profunda y se sentía el “panzazo”. Por suerte en algún momento será asfalto. Y un tramo habilitado en el momento justo nos permitió llegar a la luz de las primeras estrellas al pueblo Perito Moreno, donde lo miramos atónitos por su amplia oferta hotelera. Fuimos a la Petrobras que está junto a la ruta 43, compramos agua, un picadillo y nos dimos una comilona junto a una criollitas, un postrecito de “la bolsa de los dulces” y a dormir.

En la mañana el auto decidió arrancar sin problemas, y fui en dirección de la 40. La ruta 43 se desvía unos 140 kilómetros, ahí frené y razoné que si el ripio era bueno, me tomaría menos tiempo que ese desvío, luego me di coraje… “vine a hacer la 40, no a evitarla”. Ay dios… que grosero error!, la 40 fue nefasta. El peor estado posible!, sólo en algunos tramos uno podía acelerar (o respirar, me indica Rocío con certero tino), un pequeño tramo suelto de asfalto y luego otra vez un ripio que por momentos amagaba a ser bueno y por momentos a ser terrible. Así fue el recorrido hasta llegar unos 25 kilómetros antes de Río Mayo, lugar en que pincho el neumático delantero izquierdo, bajo, pongo el auxilio y empiezo a andar, para ver que un kilómetro más adelante, el auxilio también se había roto. No lo podía creer, empiezo a desesperarme por el infortunio, yo sabía que debía traer 2 auxilios. Yo lo sabía!, en fin, pongo el crique de nuevo e intento volver a usar la primer rueda, que cuando la cambié, no estaba del todo desinflada. Pero al revisarla me encuentro que ya estaba sin aire. Pienso 2 segundos y decido continuar con el auxilio, esperando que resista 22 kilómetros… obvio, resistió 2 y se deformó la llanta de chapa, y la cubierta se abrió como una flor. Un desastre, ahí Rocío sugiere esperar a alguien y hacer dedo hasta el poblado. No quedaba más. Minutos más tarde un brasilero a bordo de un Siena que iba en destino a Los Antigüos (lado contrario al que íbamos), nos preguntó si estábamos bien, Carlos, su esposa y su hija Luna estaban iniciando el recorrido que hicimos nosotros, pero en sentido inverso. Me prestan su celular (el mío lo olvidé en El Calafate, donde luego Guille lo envió a casa), y así llamo a los Bomberos Voluntarios de Río Mayo, el trato era simple “te vamos a buscar, reparas tu rueda y vuelves por tu cuenta al auto”. Para ese momento, era el mejor trato. Media hora de espera y un auto se ofrece a llevarme hasta el pueblo, me subo y a pocos metros nos topamos con los Bomberos, donde decido subir para “no hacerlos ir al pedo”, así hasta el pueblo donde una de las dos gomerías me atiende y le sacan 2 clavos al auto, y parchan un pequeño tajo. Llamo a los Bomberos para avisar que solucioné el problema. Cargo la rueda al hombro y empiezo a patear hasta la 40. Pero minutos después la misma Ducato de los Bomberos me toca bocina y me suben para devolverme a mi auto. Les ofrecí plata, pero una señorita que acompañaba al Bombero advirtió que no aceptan plata, que lo hacen porque les gusta ser bomberos. Asi que les prometí mi termo de aluminio porque el de ellos se les rompió cuando fueron a buscarme.

Llegamos y pobre Rocío, estaba descompuesta del calor, ella me cuenta que el tráfico había aumentado y varias personas se ofrecieron a brindar apoyo, incluso un taxista que en el regreso con los bomberos yo vi que estaba en el camino cambiando su rueda pinchada… me dio a pensar que los clavos ahí eran la bienvenida al pueblo y no un infortunio. Estaban en el medio de la nada, donde el teléfono tiene señal, donde 2 gomerias se hacen la América. No lo sé, por ahí soy muy desconfiado. Llego a Río Mayo, comemos en una YPF un riquísimo sanguchito de milanesa, nos lavamos la cara, limpio mi termo y vuelvo a la gomería donde me ofrecen un auxilio a 150$ y me parchan por 20$ la rueda trasera derecha que también se había pinchado. Listos, salimos en la tardecita para Esquel, ahí ya decidí tomar la 22 que es asfaltada. Es que, enojado decidí no comprar ese auxilio, y quedé sin auxilio. Que papá lea esto y sepa que el tren delantero está con mucha comba y las Yokohama de adelante no van a servir más después del viaje.

La ruta 22 está bastante maltrecha hasta donde el plan de recostrucción de rutas la deja preciosa, a unos 190 kilómetros de Esquel. Llegamos, nos bañamos en la Petrobrás del ingreso al pueblo y luego vinimos a recorrerlo. Ya no hay forma que lo encendamos sin empujar al auto, asi que lo llevé a un electricista para que vea el burro, los carbones y eso. Ya terminamos de comer, asi que lo vamos a buscar y salir al Museo Leleque, en el casco de Estancia que compró Benetton, y se erige un museo Mapuche y Tehuelche. Luego, vamos para El Bolsón.


La 40 me ha impresionado, y sus reglas también. Aquí todos los que la andamos nos saludamos y bajamos la velocidad para evitar que las piedras nos dañen los autos. Algunos no entienden eso, y pasan raudos junto a nosotros.. los puteo, y la ruta 40 hace justicia. Me acuerdo del Ford Focus conducido por un geronte… me pasa salpicando piedras, pero minutos después lo veo orillado cambiando su rueda. Me sonreí, le dije a Ro “mirá quien está ahí” con una sonrisa de placer… acelero, y paso junto al viejo procurando arrojarle la mayor cantidad de piedritas. Estoy en condiciones de afirmar que soy un rencoroso. El viejo más adelante nos pasa, nuevamente rápido, pero algo lo volvió a retrasar y en su tercer sobrepaso a mi Perlita lo hizo de la forma que corresponde, despacio, respetando que yo bajo la velocidad y el se abrió de forma tal que no me salpiquen las piedras. El viejo entendió que es la ruta 40 quien pone los límites, ni él, ni yo, ni nadie. Sólo esa lengua de rocas en el medio del desierto decide como se deben hacer las cosas en su feudo.

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